EXIGIMOS
EL FIN DE LA MINERÍA,
RESARCIMIENTO
DE DAÑOS DIRECTOS Y COLATERALES A LAS
COMUNIDADES
Y CASTIGO A LOS ASESINOS DE DIRIGENTES INDÍGENAS,
AFRODESCENDIENTES
Y COMUNITARIOS COMETIDOS POR SICARIOS,
POLICÍAS
Y MILITARES AL SERVICIO DE LAS EMPRESAS MINERAS
El Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia, MADJ,
en conjunto con organizaciones defensoras de derechos humanos, territorios y
bienes naturales de los pueblos y comunidades de Honduras, denunciamos el
estado de muerte, despojo y desesperación en que se debaten las comunidades
hondureñas, víctimas de la proliferación avorazada de la industria minera en
connivencia con la secretaría del Ambiente, las municipalidades y las Fuerzas
Armadas de Honduras. El descalabro ambiental en que se encuentran miles de
aldeas y caseríos está alcanzando proporciones eco genocidas producto de la
contaminación y devastación ambiental de los entornos naturales comunitarios.
Toda concesión minera se
traduce en herencia de muerte
La gente muere a causa de intoxicaciones severas, por
conflictos sociales violentos que se generan al interior de las comunidades
debido a las divisiones que se originan en torno a la presencia o no de las
empresas mineras, por persecución política y militar a dirigentes de las
comunidades por el supuesto delito de oponerse a este tipo de industrias
destructoras o por intoxicaciones progresivas debido a la lenta pero letal acumulación
de sustancias tóxicas en sus tejidos y órganos.
Pero, además, la muerte de las personas se acentúa al
destruirse y diezmarse los medios de vida de las comunidades campesinas,
indígenas y afrodescendientes. Ahí donde ha habido o hay yacimientos mineros,
los suelos han sido despedazados e intoxicados, impidiendo el surgimiento de
una microflora y microfauna que los rehabilite para continuar dando vida. Las
fuentes de agua, arrasadas, y las que logran sobreexistir a la minería quedan
vomitando venenos por tiempos sin límite. Los bosques han sido arrancados de
raíz, dando paso a una severa alteración en el normal desarrollo de la
biodiversidad tropical que ha
interrumpido el equilibrio dinámico de las especies vivientes, favoreciendo la
proliferación de especies plagas que al no contar con las especies silvestres
que las controlaban ahora se disparan como pestes apocalípticas, como la plaga
del gorgojo del pino, que ya acabó con 100 mil hectáreas de bosques y ha puesto
en crisis la disponibilidad de fuentes de agua, justamente cuando el cambio
climático arremete más caóticamente que nunca antes.
La minería: una historia de
terror
La minería, tal como se ha venido implementando en
Honduras, sigue violando los derechos humanos más fundamentales de los pueblos
y bloquea la búsqueda comunitaria de sus propios caminos hacía el progreso
económico y social. Más bien, sume a las comunidades en severas crisis sociales y ambientales de
las que cada vez es más difícil salir. Más allá de los intrascendentes aportes
al Producto Interno Bruto que hace el sector minero, el mayor impacto de la
minería se da a nivel social, ambiental y humano; y se evidencia desde lo que
ocurre en las regiones y comunidades donde se han emprendido actividades
extractivas de este tipo.
En la región occidental, la quebrada San Andrés y demás
nacimientos de agua que alimentaban las fuentes hídricas principales que
abastecían de este líquido a la ciudad de Santa Rosa de Copán y otros poblados
de menor tamaño, han quedado contaminadas después que la empresa minera provocó
cuando menos 7 derrames de aguas con cianuro procedentes de sus estanques. Nos dábamos cuenta de tales accidentes porque
las poblaciones vecinas denunciaban la mortandad de peces y demás animales
acuáticos y, sólo después que la noticia saltaba a los medios de comunicación,
intervenía el ministerio público y las autoridades ambientales de la otrora
SERNA. Nadie guarda prisión por este delito ambiental, nadie se preocupa por
recuperar las fuentes hídricas y mientras tanto las comunidades sufren las
consecuencias. Y no bastando tal devastación, al irse la transnacional minera,
un banco del país reclamó como suyas las tierras donde se habían asentado los
pobladores y pobladoras desplazados por la empresa minera ya que estaban hipotecadas
por un préstamo todavía no saldado. El Estado hondureño tuvo que hacerse cargo
de la deuda ante al banco para que la nueva comunidad de desplazados por la
mina no fuera expulsada.
En Atlántida, una empresa minera se instaló en el sector de
Florida, municipio de Tela, contando con permiso de exploración y licencia
ambiental viciada, protegida por una nueva posta policial integrada por 10
policías dirigidos por un militar del pelotón COBRAS. Cuando esta célula
policial no pudo contener el descontento de las comunidades vecinas, la empresa
instaló en la zona un grupo irregular de 12 matones que funcionaban en la
clandestinidad bajo la protección de la posta policial. Cuando un terreno le
interesaba a la empresa minera estos irregulares se trasladaban en horas de la
noche a la casa del dueño de las tierras y le decían que tenía una semana para
venderle su finca a la empresa y, de no hacerlo, después de transcurrido el
tiempo límite no respondían por la vida de su familia. Cuando, por fin, las
comunidades obtuvieron una copia del supuesto Estudio de Impacto Ambiental
requerido por la Ley General del Ambiente, se toparon con que la empresa
presentaba falsos documentos donde las comunidades daban el visto bueno al
proyecto minero. Y entre otros hallazgos, encontraron que a cambio de instalar
el proyecto minero a cielo abierto, la empresa crearía 64 empleos de los cuales
la mitad eran técnicos venidos de fuera del sector y otorgarían a las
comunidades el beneficio de contar con las ramas de los árboles cortados para
que las utilizaran en la cocción de sus alimentos. La presión de las
comunidades de la zona hizo que SERNA nombrara una comisión de investigación
que determinó finalmente las fallas del proyecto minero y procedió a retirar la
licencia ambiental y obliga a la empresa a resarcir daños ambientales. Las
comunidades realizaron un cabildo abierto y declararon la zona libre de
minería. Sn embargo, la empresa no ha cumplido con el resarcimiento de daños
ambientales ni el ministerio público ha enjuiciado a los funcionarios de la
SERNA que viciadamente habían otorgado la licencia ambiental a esta empresa
minera.
El pueblo indígena Tolupán, departamento de Yoro, no escapa
a las consecuencias nefastas de la minería. Tribus como San Francisco de
Locomapa, Las Vegas del Tepemechín, Guajiniquil y Agua Caliente de Reinada son
las que más sufren los embates de la minería clandestina. La tribu Guajiniquil
está condenada a desaparecer porque así lo ha pedido una empresa minera
interesada en extraer oro a cielo abierto en territorios tribales. En la tribu
San Francisco van siendo asesinados alrededor de7 personas en los últimos 3
años por matones vinculados a la minería clandestina. En la tribu Las Vegas
empresarios mineros hondureños y asiáticos presionan a los indígenas para
continuar extrayendo broza de Antimonio.
Entre los departamentos de Colón y Olancho, el Estado
hondureño en contubernio con una minera se burlan de comunidades. Doce
comunidades de los municipios de Bonito Oriental (departamento de Colón)
Gualaco y San Esteban (departamento de Olancho) creyeron en las bondades que la
empresa minera BDR les prometió a cambio de permitir una explotación minera a
cielo abierto en la zona montañosa de El Venado.
Desde 2009 una
empresa minera intentó convencer a las comunidades del sector de Tocoa y Bonito
Oriental para explotar las minas a cielo abierto en la montaña El Venado,
contando con el apoyo de militares de alto rango de la Fuerza Naval apostada en
Puerto Castilla, quienes aseguraban a las comunidades que la empresa iba a
cumplir todas sus promesas y pedían a los habitantes su colaboración en la
explotación de las minas. Los ingenieros y empresarios prometieron a las
comunidades rehacer las carreteras, construir escuelas y colegios, proyectos de
agua, jardines infantiles y les decían que eso era poco en comparación a todo
lo que les podían dar. Fue así como las comunidades cayeron en el engaño y
aceptaron la explotación minera.
La empresa minera explotó sin descanso las montañas.
Anualmente zarpaban de Puerto Castilla unos 33 embarques cargados con broza de
Óxido de Hierro que generaban a la empresa ingresos anuales promedio de 1,122
millones de Lempiras. Pero para finales del 2014 la empresa abandonó la zona,
quedando burladas doce comunidades de los municipios de San Esteban, Gualaco y
Bonito Oriental. El cerro El Venado queda devastado, las fuentes de aguas
mermadas y contaminadas, las carreteras destruidas, las construcciones
prometidas de jardines infantiles, escuelas y colegios fueron incumplidas y los
hombres y mujeres que trabajaron para la empresa minera quedaron sin recibir
sus salarios.
Cuando las comunidades organizaron una manifestación en
contra de la empresa y en reclamo de sus salarios, los militares de la Fuerza
Naval las reprimieron brutalmente, capturando a 12 líderes y lideresas que
justamente un par de años antes motivaron a las comunidades a aceptar la
empresa minera.
Este calvario que viven hondureñas y hondureños humildes
que ingenuamente han creído en las bondades de las empresas mineras nos deja
claro que a estas sólo les interesa extraer los minerales sin importarles la
situación en que quedan las comunidades.
La zona sur de Honduras y su más grande tragedia vivida con
el sepultamiento de varios mineros presenta, desde otra perspectiva, el calvario
de comunidades pobres que en ausencia de empleos se ven obligadas a ejercer
trabajos mineros afrontando todo tipo de riesgos e inseguridades que van desde
los deslizamientos de enormes masas de tierra hasta la tortura de parte de
elementos militares que custodian la zona de yacimientos para ofertarla como
ZEDE al gran capital transnacional.
¿Qué queda a las
comunidades sometidas al calvario de las mineras?
Queda la verdad de la maldad con que operan estas empresas
mineras, queda la certeza de que el Estado hondureño y sus instituciones
civiles y militares han abandonado a las comunidades y solamente se preocupan
por defender los intereses de las empresas mineras. Y frente a esta verdad
insoslayable, inhumana, que lacera los sentimientos por vivir una vida digna y
con justicia social, en estos últimos días el gobierno ha anunciado que saldrá
al encuentro con las empresas mineras para otorgarles mayores beneficios a
cambio de que continúen devastando los bienes naturales y pueblos de cualquier
región del país.
Pero también queda la conciencia de que sólamente
organizados los pobladores y pobladoras pueden defender sus intereses
comunitarios, queda la convicción de que bastan los sacrificios y trabajos
diarios de pobladores y pobladoras para sacar adelante las comunidades sin
esperar limosnas envenenadas de las empresas mineras.
Exigencias que brotan de la
dignidad y la justicia de los pueblos
Expuesta detalladamente la nuda realidad de lo que
verdaderamente ha significado la proliferación descontrolada de las concesiones
mineras en todo el territorio nacional, las organizaciones que suscribimos el
presente documento exigimos urgentemente:
1. Cancelación inmediata de las concesiones mineras de
todo tipo
2. Realización pronta y expedita de un diagnóstico sobre
la situación de las comunidades y sus entornos ambientales con el
compromiso por parte del gobierno nacional de resarcir los daños directos
y colaterales ocasionados en cada porción del territorio nacional.
Aclarando que en dicha comisión deberán tener participación directa las
comunidades y sus organizaciones locales, además de las organizaciones
defensoras de derechos humanos.
3. El Congreso Nacional deberá legislar la creación de un
nuevo estatuto de áreas Protegidas referidas que permitan brindar atención
especial a aquellas regiones devastadas por la minería que incluya además
la declaratoria como zona libre de minería y se diseñe un plan de
recuperación de su geografía y biodiversidad.
4. Se inicie un proceso articulado de juicio y castigo a
los asesinos de líderes y lideresas a quienes se les arrebató la vida por
oponerse a la devastación humana y ambiental que traían consigo las
concesiones mineras.
¡Por una patria incluyente
avanzando en sostenibilidad con justicia social, pedimos Justicia, ya!
San Pedro Sula,
veinticinco (25) de febrero del dos mil diez y seis.