Nuestra
Palabra/Radio Progreso/27/06/2015
Honduras está asistiendo a un nuevo
escenario histórico: la calle ha vuelto a resurgir como un serio reclamo a los
gobernadores por la vergonzosa corrupción. La población se cansó de ser una
víctima pasiva y tomó la decisión de enfrentar, con mucho convencimiento y
firmeza, a la corrupción y a los corruptos que les privan del derecho a la
salud, a la educación, al acceso al trabajo, a mejores condiciones de vida.
Lo hermoso de lo que hoy está
aconteciendo es que los que lideran las acciones de protesta con antorcha en
mano y los que decidieron declararse en huelga de hambre, son los jóvenes. En
los liderazgos de este nuevo movimiento no está presente el sector tradicional
del movimiento social, no es que sea malo, al contrario, lo que Honduras está
viviendo con nuevos actores políticos representa una enorme oportunidad para
dar paso a los relevos generacionales.
Además no hay que desconocer que la
energía de la juventud le da otros aires y otros matices a la lucha por un
mundo mejor. Lo que hoy estamos viviendo es justamente lo que se registró en el
proceso electoral anterior: fue el voto de la juventud la que logró romper con
el bipartidismo, y representa una seria amenaza, para lo sectores
conservadores, ya que están camino a convertirse en actores claves que buscarán
el poder por la vía electoral.
Las movilizaciones son espontáneas y
muy originales. Pero es momento también para acompañar esa espontaneidad con la
definición de una conducción política que oriente, con un contenido más
preciso, lo que en la calle está aconteciendo.
Hasta ahora el gobierno no ha pegado en
ninguna de las propuestas. Su llamada a un diálogo social sin condiciones no
tuvo el eco que esperaba en los sectores de oposición. La consigna de los
indignados sigue siendo la creación de una Comisión Internacional Contra la
Impunidad, propuesta que rechaza el gobierno y hace la contrapropuesta de la
creación de un Sistema Integral Hondureño de Combate a la Impunidad y la
Corrupción.
Pero el gran reto sigue siendo el no
dejar que la llama de la antorcha se apague para lo cual es necesario construir
una dirección política de lo contrario se atenta contra la espontaneidad y la
indignación de la población que de apoco puede descuidar la antorcha encendida,
ya sabemos que cada vez es más difícil encontrar la mecha que vuelva a iluminar
el camino de la búsqueda de la justicia.