miércoles, 22 de noviembre de 2017

El voto feminista

 
¿Y las feministas por quién van a votar? La pregunta me cayó así de sopetón, mientras admiraba la habilidad de una rata por escabullirse de la lluvia que le había despojado de su escondite entre los escombros donde había algunos afiches electorales, en el patio del hospital público. Giré para mirar de donde venía la pregunta y me encontré con un compañero de espacios compartidos de quien no recordaba su nombre. Me sonrió y decidí responderle. De ahí nace, en buena parte, el deseo de hacer este texto.
 
Soy feminista desde hace mucho, y aunque entiendo que es un movimiento con varias décadas, puedo decir que lo conozco bastante y tengo mi propia lectura desde donde sigo llamándome a mí misma, autónoma. Alguien que hace una pregunta cómo esta supone que un acuerdo tendremos las feministas para este noviembre, y eso es porque durante muchos años hemos usado esta colectividad para acuerparnos, para protegernos, para hacer más volumen en el espacio restringido de nuestras actuaciones políticas. Y ese decirnos movimiento feminista no ha dejado ver desde fuera las enormes diferencias en el pensar y en el hacer de quienes encontramos rutas bajo ese nombre común. 
 
Pero cambian los tiempos, los movimientos, las maneras de nombrarse. No somos más el movimiento feminista, y nunca lo fuimos realmente, así en singular, aunque un feminismo sigue siendo el hegemónico y publicitado. Somos diversos feminismos, distintos movimientos y proyectos diferentes, (hablo de ideas y no de cooperación) y poder separarnos en posturas expresa un símbolo de madurez necesario, aunque tal vez tardío. 
 
El deseo de escribir este texto, al igual que el responder a la pregunta de este compañero es precisar que muchas andamos en este país viviendo una política feminista de distintos modos y el momento electoral merece decirlo. Personalmente No voto, porque no encuentro en el modelo de democracia patriarcal nada que pueda contribuir a la emancipación de las mujeres, nacidas o vividas como tales, y por tanto no me interesa, y muy al contrario lo rechazo activistamente. Considero que sigue siendo un ejercicio profundamente masculino en el que se cambian de lugar los mismos argumentos y hasta los mismos nombres y apellidos por siglos, ofertas e ilusiones que no tocan las estructuras que producen esta desesperanza en la que sobrevivimos.
No voto porque no encuentro en ninguna de las propuestas un razonamiento ni búsqueda de un proyecto que, bien dice Breny Mendoza, rompa con la lógica colonial que nos atora en esta vorágine de miseria, tristezas y violencias, y muy al contrario lo electorero le permite “blanquearse” o reciclarse. Es decir que todos los proyectos políticos en contienda siguen siendo esencialmente racistas, sexistas y por supuesto llenos de ideas atávicas contra la libertad de las personas, mujeres de manera especial. En ese sentido toca ponerse a usar el tiempo y la inteligencia para generar o fortalecer nuestros proyectos realmente emancipadores en vez de engordar otros caldos. 
 
No voto porque veo con claridad el cúmulo de mentiras, cinismo y dinero que usan los políticos a su favor, legitimados por las y los votantes, que les genera privilegios muy por encima de la mayoría de la gente de este país, y pienso que los privilegios sostienen la injusticia. Los de clase como los de géneros y sexualidades. 
 
No voto porque me insultan las migas que ofrecen y lo poco que valoran nuestra inteligencia, y especialmente porque necesitamos conocer y usar nuestra propia fuerza para pensar y gobernarnos a nosotras mismas insistiendo en crear comunidad y materialidad, arte y espiritualidades, relacionamientos sanos, afectos y respeto, antes que confiar en representantes asalariados de cuatro en cuatro años. 
 
No voto
No digo a nadie si debe o no hacerlo, pero sí les pregunto y se los pregunto en serio. Me siento heredera de un feminismo cuestionador que gira la tuerca más allá de lo supuesto, y sospecha hasta del más sonriente de los y las políticos, porque ciertamente no acepto que debemos apoyar a mujeres sólo por serlo.
Pregunto a las mujeres, feministas y lesbianas por qué votar ante el vacío de propuestas para nosotras y ausencia de ética que de sólo mirar- o más bien no mirar- las componendas y pactos salta a la vista. Pregunto a mis coterráneas por qué lo hacen, y si sólo desfallecen ante el barato chantaje de que por culpa de las no votantes tendremos más dictadura. ¿Acaso la dictadura patriarcal no está bien expresada en todos los líderes de los partidos? Por qué tendríamos que votar por hombres, que, sin distinción, cuando dicen mujeres citan a su santa madrecita o a su abnegada esposa, si no es que algún versículo de la biblia, quienes nos siguen llamando población vulnerable, pues no se les cruza por la cabeza que podemos ser sujetas políticas, desconociendo con derroche de ignorancia lo que hemos construido mujeres y feministas en este país.
 
Por qué votar si el candidato de la oposición, supuestamente el mejor, ilustra su ideal de mujeres con las piernas de las miss honduras, sus modelos para adornar, y los botines de futbol de los jugadores de equipos organizados por asesinos de nuestra hermana Berta, y no sólo lo hace por un empleo, sino porque son sus convicciones sobre el mundo tal como lucen sus variopintos discursos.
Escribo este texto para dejar claro que, aunque circula una agenda que dice representar a las mujeres y feministas, yo siendo feminista no estoy incluida en ella, no me interesa y me deslindo de ese espacio, pues no tengo nada que negociar con partidos, ni con maridos que representan precisamente lo opuesto a los deseos de cambio que me habitan.
 
Pienso que en este tiempo delicado en el que vivimos es necesario estar expresadas con nuestras ideas políticas, posicionarnos con transparencia y dejar de jugar a que somos de todos los espacios porque ahí están todas las mujeres, discurso que me parece oportunista. Cierto, las mujeres están en todas partes, pero pienso que cuando las feministas hablamos, lo hacemos desde el pensamiento crítico transgresor y no para alentamos a repetir la fallida política patriarcal experta en farsa y recicle, sea en la calle, en la casa o en la cama. Llenar de ilusiones a personas que son capaces de construir opciones dignas para ellas mismas, no es mi hacer ni lo comparto.
 
Muchos feminismos han ido nombrándose en estos años de lucha política, sin duda que entre mujeres de partido algunas tendrán morales intenciones, pero no juegan en su espacio ni con sus reglas y, sin embargo, aun así, lo aceptan a un costo que están dispuestas a pagar, sin bargo, deben cuidarse de no negociar en nombre de todas, porque no todas estamos ahí. Personalmente doy gracias por que se vayan nombrando otras que encuentran en el feminismo no un espacio de relacionarse con lo que muy tradicionalmente se considera el poder, sus ámbitos, sus protocolos y salarios, sino que van oteando otros horizontes y paisajes. Aun cuando en estos otros feminismos hay también repeticiones, fracasos, tropiezos y dudas.
 
Me junto, una vez más, a las feministas desde la raíz, que más allá de los calendarios electoreros, piensan, crean, inventan, confían en que sigue siendo urgente espolear la rebeldía, que están en este país para desinstalar discursos de poder en donde se los encuentren, y para darle contenido a nuevos pensamientos y ejercicios de la transformación de la vida. Feministas, mujeres y lesbianas con cuerpos apasionados y memorias vivas que se saben sin certezas, pero desean aventuras, y que sólo reciclan la basura de su casa.
 
Melissa Cardoza.