Por organizaciones y movimientos sociales libres de violencia contra las defensoras de derechos humanos
Noviembre, 2014 - Nosotras,
organizaciones y personas defensoras de derechos humanos de diversas
partes del mundo, hacemos un llamado y nos comprometemos a unir
nuestras voces y sumar esfuerzos para erradicar cualquier forma de
discriminación y violencia en contra de las mujeres dentro de
nuestras organizaciones y movimientos.
En un contexto marcado por el aumento de las agresiones en contra de las personas que defendemos los derechos humanos, cometidas principalmente por agentes estatales o permitidas por estos, requerimos organizaciones y movimientos sociales que tengan condiciones de protección adecuadas para mantener y ampliar nuestro trabajo en favor de los derechos humanos. Nuestras organizaciones y movimientos deben ser espacios libres de violencia y asegurar que estén libres de discriminación, además de tener acceso a los mecanismos de protección que los Estados tienen la obligación de proveernos en cumplimiento de instrumentos internacionales como la Declaración de Defensores y Defensoras de la ONU.
Para ello es importante reconocer, en primer lugar, que con frecuencia en nuestras organizaciones reproducimos prejuicios de género que otorgan menos valor a las mujeres, que cuestionan su participación política o que las definen como objetos sexuales y responsables únicas del trabajo doméstico y de cuido. Esto prejuicios generan prácticas específicas de violencia tales como:
En un contexto marcado por el aumento de las agresiones en contra de las personas que defendemos los derechos humanos, cometidas principalmente por agentes estatales o permitidas por estos, requerimos organizaciones y movimientos sociales que tengan condiciones de protección adecuadas para mantener y ampliar nuestro trabajo en favor de los derechos humanos. Nuestras organizaciones y movimientos deben ser espacios libres de violencia y asegurar que estén libres de discriminación, además de tener acceso a los mecanismos de protección que los Estados tienen la obligación de proveernos en cumplimiento de instrumentos internacionales como la Declaración de Defensores y Defensoras de la ONU.
Para ello es importante reconocer, en primer lugar, que con frecuencia en nuestras organizaciones reproducimos prejuicios de género que otorgan menos valor a las mujeres, que cuestionan su participación política o que las definen como objetos sexuales y responsables únicas del trabajo doméstico y de cuido. Esto prejuicios generan prácticas específicas de violencia tales como:
- No reconocer el aporte y liderazgo de las mujeres que participan en nuestra organización, ni asumir los derechos y necesidades de las mujeres como elementos centrales de toda agenda de justicia social.
- Permitir condiciones de trabajo desiguales. Muchas veces las defensoras de derechos humanos son voluntarias, no reciben una remuneración equiparable a la que reciben los defensores o no son promovidas para asumir cargos de mayor responsabilidad. Seguro social, guarderías, tiempo para el cuidado de los hijos e hijas, entre otras cosas, no suelen ser garantías a las que tengan acceso tanto hombres como mujeres en las organizaciones.
- Reproducción de pensamiento y prácticas sexistas al interior de las organizaciones, desde comentarios y bromas machistas hasta la distribución de tareas y actividades que no cuestionan la división sexual del trabajo.
- Acoso sexual y laboral y violencia sexual en contra de defensoras de derechos humanos por parte de compañeros de sus organizaciones o por reconocidos líderes sociales. Frente a esto, muchas veces las defensoras prefieren callar o minimizar estos hechos por temor a ser acusadas de debilitar la lucha, o a ser estigmatizadas y expulsadas de sus espacios de militancia.
- Indiferencia o complicidad cuando se suscitan hechos y prácticas discriminatorias contra las defensoras integrantes, lo que provoca la tolerancia de la violencia hacia ellas y la permanencia de la discriminación.
Por ello, hagamos un pacto para erradicar toda forma de violencia y discriminación en contra de las mujeres en las organizaciones y movimientos sociales; un pacto para dar pasos concretos hacia la igualdad a través de medidas como:
Abrir espacios
específicos para analizar y reconocer las formas en las que
reproducimos prácticas y actitudes discriminatorias y violentas
contra las mujeres en nuestra organización. Cuestionar los
privilegios que estas prácticas generan.
Reconocer, valorar y
favorecer el liderazgo y el trabajo que las mujeres hacen en nuestra
organización, facilitando su participación en todas las decisiones
en igualdad de condiciones con los compañeros.
Asegurar espacios y
mecanismos legitimados para que las integrantes de nuestras
organizaciones y movimientos puedan denunciar cualquier forma de
violencia en su contra. Mecanismos que permitan que ninguna agresión
quede en la impunidad y que se haga una adecuada e integral
reparación del daño.
Impulsar medidas que
vayan erradicando la desigualdad tales como: colectivizar o al menos
apoyar el trabajo doméstico y de cuido que las mujeres realizan,
asegurando la misma retribución por igual trabajo entre hombres y
mujeres, así como horarios y jornadas de trabajo adecuados, entre
otras.
Definir medidas y
estrategias de autocuidado y cuidado colectivo que permitan abordar
el desgaste que el trabajo que hacemos nos genera y tomar medidas
frente a ello, tener espacios de descanso y esparcimiento, estar con
nuestros afectos y familias, cuidar nuestra salud, entre otros.
Promover
espacios de reflexión y formación sobre la perspectiva e igualdad
de género para el conjunto de integrantes que permita prevenir y
actuar frente a la discriminación y la violencia contra las
activistas y defensoras y construir un cultura basada en la igualdad
y el buen trato.