Una caja de cartón viaja de las bodegas de la Fundación de Antropología
Forense de Guatemala hasta el asentamiento de Pacux, a unos kilómetros
de Rabinal, Baja Verapaz. La caja contiene los restos de una persona,
que permanecieron escondidos en una fosa clandestina de la base militar
de Cobán, junto a los de otras 63 personas, mujeres y niños en su
mayoría, que fueron secuestradas por el ejército en 1982, cuando el
coronel Ricardo Méndez Ruiz Rohrmoser dirigía las operaciones militares
en Alta y Baja Verapaz
Sobrevivientes de esta masacre se refugiaron en el caserío Los
Encuentros, el cual fue atacado por el ejército el 14 de mayo. Todas las
casas fueron incendiadas. 79 personas perdieron la vida. El ejército
secuestró también a más de 15 personas adultas y 40 niños,
trasladándolos en un helicóptero hacia el Norte, con destino
desconocido. En ese helicóptero iba Martina Rojas.
“No tiene sentido que el ejército haya transportado a una mujer en
helicóptero desde Río Negro hasta Cobán. Esta persona de la que me
habla, una madre de familia, de 50 años, que seguramente no hablaba
castellano, ¿con qué fin habría sido transportada? ¿Con qué fin, el
ejército habría trasportado a 60 niños? ¡No tiene sentido!”, dice Méndez
Ruiz.
La caja donde se lee “FAFG 1433-XV-40 Creompaz Cobán” contiene también
un enigma relacionado con uno de los capítulos más crueles y tristes de
la historia reciente de Guatemala: La masacre de Río Negro.
Los familiares de Martina Rojas, sobrevivientes de la masacre, reciben
la osamenta. Puede empezar el velorio y al día siguiente un entierro, y
una manifestación a favor de los derechos de las víctimas civiles del
conflicto armado.
¿Una masacre con motivos industriales?
Según el informe Guatemala, Memoria del Silencio, de la Comisión para el
Esclarecimiento Histórico (CEH), la aldea
Río Negro, Rabinal, departamento de Baja Verapaz, era, en los setenta y
ochenta, una comunidad próspera, bien organizada, asentada en la orilla
del río Chixoy. En 1975, el Instituto Nacional de Electrificación
(INDE) escogió esta zona para la construcción de la que en ese tiempo
sería la mayor represa de Centroamérica, y que inundaría alrededor de 50
kilómetros a lo largo del río. Tres mil 500 personas deberían ser
desplazadas y reubicadas para concretar la obra.
El
gobierno de Romeo Lucas García decidió realojar a la población en la
aldea Pacux, en casas construidas con financiamiento del Banco Mundial.
Los habitantes de Río Negro, de la etnia Maya-Achí, se negaron: esta
área no era tan fértil como la de Río Negro, las casas no correspondían a
sus necesidades y tradiciones, y además, le tenían un apego de
generaciones a su tierra y a sus sitios ceremoniales. El conflicto
empezó a tomar forma. Tanto el Comité de Unidad Campesina (CUC), como
combatientes del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) se hicieron
presentes en la aldea, y empezaron su labor de concientización. Estos
últimos llamaron a la población de Río Negro a tomar parte en la lucha
armada. Los asesinatos selectivos de líderes de Río Negro, cometidos por
las fuerzas del Estado, empezaron en 1981.
A las ejecuciones extrajudiciales en el área siguieron las masacres, en
1982. La primera ocurrió el 13 de febrero en la aldea Xococ, vecina de
Río Negro. Los habitantes de esta última fueron citados allí por el
ejército, y una vez en Xococ, fueron masacrados. 74 personas murieron
ese día, según el informe de la CEH
Un mes después, patrulleros y soldados irrumpieron en la aldea Río
Negro, en donde sólo encontraron mujeres y niños. Los hombres armados
obligaron a las mujeres a subir a un cerro, junto con sus hijos. La saña
con que fueron asesinados desafía la imaginación más tenebrosa. 70
mujeres y 107 niños murieron. Además, 18 niños fueron secuestrados y
tuvieron que convivir con los patrulleros, soportando maltratos y
vejaciones durante tres años.
Sobrevivientes de esta masacre se refugiaron en el caserío Los
Encuentros, el cual fue atacado por el ejército el 14 de mayo. Todas las
casas fueron incendiadas. 79 personas perdieron la vida. El ejército
secuestró también a más de 15 personas adultas y 40 niños,
trasladándolos en un helicóptero hacia el Norte, con destino
desconocido. En ese helicóptero iba Martina Rojas.
Una cuarta masacre, ocurrida el 14 de septiembre en el caserío Agua
Fría, Quiché, golpeó a los sobrevivientes de Río Negro refugiados allí.
92 personas murieron quemadas y acribilladas dentro de una escuela en
donde fueron concentradas por el ejército.
Apenas unos meses después de las masacre, con todos los sobrevivientes
de Río Negro huyendo desperdigados por las montañas, el INDE empezó a
llenar
el embalse y terminar lo que se llamó, “la obra más grande del hombre
en Centroamérica”.
Según los sobrevivientes de Río Negro, las personas asesinadas en Los Encuentros, yacen hoy en el fondo de este lago artificial.
La misteriosa fosa XV de Creompaz
El 27 de febrero de 2012, fiscales del Ministerio Público, antropólogos
forenses y miembros de la asociación de Familiares de
Detenidos-Desaparecidos de Guatemala (Famdegua), iniciaron el
allanamiento de la base militar Creompaz (Centro Regional de
Entrenamiento de Operaciones de Paz), antes Zona Militar 21, situada en
Cobán. Ese mismo día, se encontraron las primeras fosas clandestinas.
Los arqueólogos de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala
(FAFG), han encontrado hasta la fecha 535 osamentas, en 83 fosas
diseminadas en el frondoso bosque que cubre esta enorme base militar.
Según los testimonios recabados por FAFG, así como los objetos
encontrados con las osamentas, el periodo de tiempo en que fueron
cavadas va de 1979 a 1992. La mayoría son de 1981 y 1982. La mayoría de
las osamentas corresponden a hombres jóvenes. Muchos cuerpos tenían las
manos atadas y los ojos vendados, lo que delata ejecuciones.
Una de las fosas era diferente a todas las demás. Era la número 15. En
esta se encontraron 63 cuerpos, de los cuales 18 eran mujeres y 43 eran
niños. Los objetos (collares de cuentas, pulseras para el mal de ojo) y
las vestimentas (cintas rojas, celestes o anaranjadas para amarrar el
pelo, fajas decoradas con bricho blanco, amarillo o celeste, blusas de
tela de seda sintética) encontradas con las osamentas también
sorprendieron a los investigadores: No correspondían al área Cobán.
Eran, sin lugar a dudas, de Baja Verapaz, del área de Rabinal.
Fredy Peccerelli, director de FAFG, explica: “Por un lado, teníamos esta
fosa de gente del área de Rabinal. Por el otro, teníamos ese testimonio
que había sonado por 30 años, sobre los niños y las mujeres de Río
Negro que se llevaron en helicóptero. Se pensó: ‘de repente pueden ser
los niños y las mujeres capturados en Los Encuentros’”.
Los indicios eran fuertes, pero faltaba una prueba definitiva, y la FAFG
decidió darle prioridad a este caso. Por una parte, sus antropólogos
sociales se acercaron a los familiares de las víctimas de Río Negro para
extraerles una muestra de ADN, frotando un hisopo sobre la parte
interna de la mejilla. Por otra, en el laboratorio de ciudad de
Guatemala, los genetistas se esforzaron en extraer ADN de unos huesos en
pésimo estado de conservación. La idea era comparar estas muestras para
determinar qué personas habían sido enterradas allí. Los resultados tan
esperados, llegaron en mayo de 2013, con la identificación de una única
osamenta.
Martina Rojas, secuestrada el 14 de mayo de 1982 en la aldea Los
Encuentros, trasladada en helicóptero con rumbo desconocido, estaba
entre los cuerpos exhumados en la fosa XV de la base militar de Cobán,
hoy llamada Creompaz.
“The smoking gun”
La coincidencia del ADN de los familiares de Martina Rojas con el ADN
recuperado en la osamenta, comprueba el testimonio de los
sobrevivientes, explica Fredy Peccerelli. “Esto es muy importante ante
los ojos de los propios familiares: demostrarle al mundo que ellos no
son mentirosos. Durante 30 años, han sido acusados de inventar todo lo
que pasó, de ser guerrilleros, de ser cualquier cosa. Y ahora, siquiera
por medio de una persona, pueden mostrar que lo que llevan 30 años
diciendo es cierto”, afirma el director de FAFG.
“En un juicio, los acusados tendrán que dar razón de por qué estas
personas estaban en una fosa clandestina, dentro de una zona militar.
Esta exhumación vincula a individuos específicos con crímenes claros y
personas en el mando del ejército. Constituye una evidencia física. En
inglés se diría, 'the smoking gun'," prosigue Peccerelli.
Quien comandaba la base militar de Cobán ese 14 de mayo, era el coronel
Ricardo Méndez Ruiz Rohrmoser. Este militar que hoy tiene 79 años
dirigió la Zona Militar 21 del 1 de julio de 1981 al 9 de junio de
1982*, día en que asumió el cargo de ministro de Gobernación en el
gabinete de Efraín Ríos Montt. Plaza Pública intentó ponerse en contacto con él a través de su hijo, Ricardo Méndez Ruiz, presidente de
la Fundación contra el Terrorismo,
quien contestó que su padre no daba declaraciones a la prensa, “en
especial en este caso en el que ha habido mucha manipulación”.
Sin embargo, el coronel Méndez Ruiz, en su libro de reciente publicación, Crónica de una vida,
editado por Artemis Edinter, dedica un cortísimo capítulo de dos
páginas y media a la masacre de Río Negro. En
éste, afirma que la masacre ocurrida el 13 de marzo sucedió por
“históricas y graves diferencias entre dos aldeas”. Diferencias que
fueron exacerbadas por “la polarización política provocada por la guerra
civil”, puesto que la aldea Xococ era afín al ejército mientras que la
aldea Río Negro, “era un lugar conflictivo por su relación con la
guerrilla”.