lunes, 7 de octubre de 2013

¿Todo Esta bien?



¿TODO ESTA BIEN?
Karla Lara
Comunicadora y cantora feminista

Los viajes, que son básicamente el encuentro con otros rostros, con otras historias, otros paisajes, otras costumbres, son siempre una especie de licuado de emociones. Incomoda el aire frío del avión, las infinitas horas de espera en una banca de aeropuerto; distrae el desfile de modas que van desde el desaliño y la comodidad hasta el elegante abrigo que denota una clase poderosa que traslada negocios e impone decisiones que finalmente tienen que ver con nuestras vidas; exaspera el tener que entrar a orinar con el equipaje a tuto o caminar, equipaje a tuto otra vez, esos pasillos tan largos como deslumbrantes; agotan las conversaciones en las que entre mi mal inglés y el inglés con acento se queda como a mitad el cuento; entusiasma el comerse una libra de uvas entera a menos de la mitad del precio en Honduras; estruja el alma cuando ya vas por la quinta entrevista en la que contas de muertes, de criminales que criminalizan, enorgullece ser parte de las luchas; las palabras lenca, garífuna, tolupán, pueblos y resistencias tienen un sabor agridulce en la boca y  enternece la despedida de la gente que una quiere y deja en casa y, en esta que es una gira por varios países, una va reencontrándose con gente querida y conociendo nuevos quereres, así que va enterneciéndose muchas veces y licuando las emociones en cada tramo.
Esto de la gira es un caminar con  gente, son “cheles” románticos o “chelitas” que antes vivieron por nuestros lares y fueron parte de procesos revolucionarios en América Central, o son latinos de muchas partes que en otros tiempos y bajo otras dictaduras fueron expulsados a este continente europeo, son gente, muchas trabajan en organizaciones, muchas se organizan en colectivos solidarios, otras lo hacen a título individual, otras son gentes de otras luchas que coinciden y se interesan particularmente por Honduras para retroalimentarse, para comprender la conexión que como pueblos vamos construyendo, no en América Latina, sino en el mundo entero.
He pensado mucho en esta gira sobre las palabras que usamos para nombrar las luchas, los procesos que se emprenden, la refundación que se sueña, los Convenios que se irrespetan, los vicios en los procesos judiciales, la propuesta que se construye, el imaginario que desafiamos, colectivizamos la palabra para hacerla consistente y que trascienda el tiempo que nosotras y nosotros estemos y seamos parte de éstas luchas; sin embargo precisamente porque venir a este otro lado del mundo te conecta con otras problemáticas que tienen otras dimensiones, no solo por lo milenarias que son sino porque al cuantificarlas, son miles, millones, de muertes, desplazados y desplazadas, pero siendo millones o cientos o decenas, la deshumanización y la normalización de la tragedia es la misma. No importaron en el mundo las tres personas tolupanas  asesinadas en Locomapa, Honduras, ni las más de trescientas personas del Norte de Africa náufragas en el Mar Mediterráneo en la isla italiana de Lampedusa, ni Paula en Río Blanco, ni las miles de niñas y niños que esperan que Rusia y Estados Unidas decidan en Nueva York si las armas del próspero negocio de la guerra les aniquilen o lo dejen para después, “cuando haya otra crisis financiera”.
He pensado en este viaje, en la tragedia humana que hay detrás de cada gente, de la holandesa que se muere de soledad y no de frío, de la africana que se muere de miedo, de la hondureña que se muere de indolencia y negligencia médica, de doña Berta que extraña a Bertita, de las mamás que no podrán volver a abrazar a sus hijas e hijos, de los hombres y mujeres que les arrebataron a su amor, que les negaron sus besos, pienso en Magdalena inquieta porque la Injusticia juega con su paciencia y le cambia de nuevo la fecha para audiencia, pienso entonces que la gente tenemos urgencia de volver a vernos como gente y hacer viajes que no sean de expulsión, ni de destierro, ni de muerte para que no andemos de viaje otras y otros para contar una historia, sino para cantar una canción, como cantaba ayer una brasileña, Lilian Viera, que tuve el gusto de descubrir y el honor de escuchar en vivo, “todo está bien, todo está bien”, porque yo quisiera un montón poder cantar, con la gente, esa canción.
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