¿TODO ESTA BIEN?
Karla Lara
Comunicadora y cantora feminista
Los viajes,
que son básicamente el encuentro con otros rostros, con otras historias, otros
paisajes, otras costumbres, son siempre una especie de licuado de emociones.
Incomoda el aire frío del avión, las infinitas horas de espera en una banca de
aeropuerto; distrae el desfile de modas que van desde el desaliño y la
comodidad hasta el elegante abrigo que denota una clase poderosa que traslada
negocios e impone decisiones que finalmente tienen que ver con nuestras vidas;
exaspera el tener que entrar a orinar con el equipaje a tuto o caminar,
equipaje a tuto otra vez, esos pasillos tan largos como deslumbrantes; agotan
las conversaciones en las que entre mi mal inglés y el inglés con acento se
queda como a mitad el cuento; entusiasma el comerse una libra de uvas entera a
menos de la mitad del precio en Honduras; estruja el alma cuando ya vas por la
quinta entrevista en la que contas de muertes, de criminales que criminalizan,
enorgullece ser parte de las luchas; las palabras lenca, garífuna, tolupán,
pueblos y resistencias tienen un sabor agridulce en la boca y enternece
la despedida de la gente que una quiere y deja en casa y, en esta que es una
gira por varios países, una va reencontrándose con gente querida y conociendo
nuevos quereres, así que va enterneciéndose muchas veces y licuando las
emociones en cada tramo.
Esto de la
gira es un caminar con gente, son “cheles” románticos o “chelitas” que
antes vivieron por nuestros lares y fueron parte de procesos revolucionarios en
América Central, o son latinos de muchas partes que en otros tiempos y bajo
otras dictaduras fueron expulsados a este continente europeo, son gente, muchas
trabajan en organizaciones, muchas se organizan en colectivos solidarios, otras
lo hacen a título individual, otras son gentes de otras luchas que coinciden y
se interesan particularmente por Honduras para retroalimentarse, para
comprender la conexión que como pueblos vamos construyendo, no en América
Latina, sino en el mundo entero.
He pensado
mucho en esta gira sobre las palabras que usamos para nombrar las luchas, los
procesos que se emprenden, la refundación que se sueña, los Convenios que se
irrespetan, los vicios en los procesos judiciales, la propuesta que se
construye, el imaginario que desafiamos, colectivizamos la palabra para hacerla
consistente y que trascienda el tiempo que nosotras y nosotros estemos y seamos
parte de éstas luchas; sin embargo precisamente porque venir a este otro lado
del mundo te conecta con otras problemáticas que tienen otras dimensiones, no
solo por lo milenarias que son sino porque al cuantificarlas, son miles,
millones, de muertes, desplazados y desplazadas, pero siendo millones o cientos
o decenas, la deshumanización y la normalización de la tragedia es la misma. No
importaron en el mundo las tres personas tolupanas asesinadas en
Locomapa, Honduras, ni las más de trescientas personas del Norte de Africa
náufragas en el Mar Mediterráneo en la isla italiana de Lampedusa, ni Paula en
Río Blanco, ni las miles de niñas y niños que esperan que Rusia y Estados
Unidas decidan en Nueva York si las armas del próspero negocio de la guerra les
aniquilen o lo dejen para después, “cuando haya otra crisis financiera”.
He pensado
en este viaje, en la tragedia humana que hay detrás de cada gente, de la
holandesa que se muere de soledad y no de frío, de la africana que se muere de
miedo, de la hondureña que se muere de indolencia y negligencia médica, de doña
Berta que extraña a Bertita, de las mamás que no podrán volver a abrazar a sus
hijas e hijos, de los hombres y mujeres que les arrebataron a su amor, que les
negaron sus besos, pienso en Magdalena inquieta porque la Injusticia juega con su
paciencia y le cambia de nuevo la fecha para audiencia, pienso entonces que la
gente tenemos urgencia de volver a vernos como gente y hacer viajes que no sean
de expulsión, ni de destierro, ni de muerte para que no andemos de viaje otras
y otros para contar una historia, sino para cantar una canción, como cantaba
ayer una brasileña, Lilian Viera, que tuve el gusto de descubrir y el honor de
escuchar en vivo, “todo está bien, todo está bien”, porque yo quisiera un
montón poder cantar, con la gente, esa canción.